jueves, 24 de febrero de 2011

Más de sesenta segundos

                                    .          Por Héctor Esquisatti
Será el de hoy un día para el festejo o para la angustia ?. Rosario empieza a teñirse de sombras y la pregunta es una de las tantas al cabo de un largo día, que en realidad comenzó cuando el miércoles ya se iba y todavía sigue, con más preguntas, muchas sin responder.

Si uno revive los momentos vividos, repasa lo ocurrido paso a paso, piensa en lo que no fue por muy poco, observa otra vez la trompa de ese auto blanco, concluye en que es verdad que hay desgracias con suerte y que, tal vez, al cabo de estas horas no sea desubicado un buen brindis por algo así como el nuevo nacimiento de estos cuatro chicos, compañeros de Sarmiento, que apenas si a esta hora presentan dolores corporales por la zurra recibida por ese impacto.

No será esta una más del frondoso anecdotario de viajes con el sóftbol como excusa. Esos largos pocos minutos entre el choque del auto de Maxi contra el camión y la comprobación por propios ojos de que  ...
 más allá de cortes y golpes y el inevitable shock anímico los pibes no corrían peligro lo atestiguan.


¿ Todos los minutos duran sesenta segundos ?. Según propia percepción, parecen siglos en tales circunstancias. Maxi vino todo el camino ahí, detrás de mí que era el “guía” y en un santiamén ya no estaba en los retrovisores cuando tras superar el cruce fatídico entramos por combustible unos pocos metros más allá. Los playeros encendieron las alarmas, porque los vimos correr hacia ese lugar, el cruce, raudamente. Había un llamativo silencio, no llegó a nosotros el estruendo que sin dudas debió provocar el impacto, la noche que terminaba no entregaba sino eso, un llamativo silencio.


Corrimos, los cinco de los otros dos autos por los cuatro del blanco. Hubo momentos de gran angustia y tensión. Miguel Torales fue el más activo, llegó antes con Lucio y empezó a socorrerlos. Los demás llegamos segundos (horas, para mi) después e hicimos lo que pudimos, por lo menos hasta comprobar temblando que la desgracia era con suerte. ¿ Cuánto tiempo transcurrió ?, pregunto ahora y objetivamente digo que muy poco, pero esa película no la recordaremos como un corto.


La cosa había empezado bien, con optimismo y la alegría previa a un torneo más, otra esperanza deportiva que sólo podrán entender los que alguna vez la han sentido. El cielo se portó bien, las lluvias que amenazaban no estuvieron y hasta la luna asomó para espiar nuestro andar. Un café y a seguir, música, mucha charla y algún mate y una última parada antes de subir a la autopista, esa vía doble donde los encontronazos que arruinan sueños son menos posibles. Nunca cargamos ese combustible.


Después las ambulancias, los médicos que trajeron alivio, el traslado y el arranque de un sinfín de comunicaciones que todavía se entrecruzan. La inmediata solidaridad de los chicos de All Boys, las esperas, las preguntas, las caras de cansancio e incertidumbre, los partes médicos tranquilizadores, los debates, las opiniones, muchas veces poco atinadas pero al cabo disimuladas por el estado vivido.


Si hasta hay tiempo para todo, incluso dejar en claro ciertas cosas que se escucharon y leyeron cuando la información llegó por casa. Es cierto que somos puramente amateurs, que este y muchos viajes y otras realizaciones las hacemos poniendo y poniendo del bolsillo, a pulmón. Es cierto que en general pasa esto en todo el deporte de este rango. Es cierto que con más recursos se puede viajar mejor y más seguro, llegar antes y estar entero a la hora del comienzo, pero también el cierto que nadie nos negó nada que hayamos pedido como ayuda ni nadie nos obligó a jugar este, y otros torneos.


Se dijo que el accidente de los pibes es una consecuencia de eso, de la falta de apoyo que tiene el deporte federado amateur. Demasiado tajante el concepto. Lo que sucedió pudo pasarle a cualquiera, a un viajante por su trabajo, a una familia de vacaciones o a un funcionario recorriendo su provincia. Fue un accidente de tránsito, uno más de los que vemos a diario, esta vez por fortuna, sin trágicas implicancias.


Esas frases sonaron a tiros por elevación al Estado, que efectivamente no le dio nada a estos deportistas viajeros porque nada hemos pedido. Desde la Federación Pampeana, la que me honra integrar, ha fijado prioridades y las divisiones menores y el desarrollo están a la cabeza, por lo que nada hay que reprochar. En todo caso hay que destacar un gesto del director de deportes de La Pampa, Anibal Bertón, que personalmente se comunicó para poner a disposición la logística que hiciera falta para el cuidado y traslado de los heridos.


Y como esta vez nos tocó a nosotros, también vimos de cerca lo que vemos todo el tiempo, esa avidez por informar que sólo desinforma. Y lo que es peor, alarma. Entre otras cosas, cabe decir que el grupo era de nueve, sí, en tres vehículos, no de catorce, lo que sugiere exceso de pasajeros por cada unidad. Los otros cuatro, en otro vehículo, estaban cerca y hace eso una suma de trece jugadores en cuatro vehículos. Y no es lo mismo.


El día empieza a ser historia. Será el día del nuevo nacimiento de Maxi, Enzo, Rolo y Pichi, motivo para el festejo. Y será el día que supimos que un minuto puede tener mucho más que sesenta segundos.

                                                                        Héctor Esquisatti

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